Las devociones marianas son prácticas de veneración y honra hacia la Virgen María, madre de Jesús. Estas devociones pueden incluir rezos, novenas, peregrinaciones, procesiones y otras formas de expresión de amor y respeto hacia María. Son una manera de mostrar nuestro amor y devoción a ella como madre espiritual y modelo de fe.

Las devociones marianas nos ayudan a acercarnos a María, a pedir su intercesión y a seguir su ejemplo de amor y entrega a Dios. Son una parte importante de la vida espiritual de muchos católicos y nos permiten profundizar nuestra relación con María y con Jesús.
LA DEVOCIÓN A MARÍA EN EL MAGISTERIO DE LA IGLESIA
El Concilio Vaticano II abordó el tema de la devoción a María en su Constitución Dogmática sobre la Iglesia, llamada «Lumen Gentium«. A partir del número 61 de esta constitución, se habla de la devoción a María como un elemento importante en la vida de la Iglesia.
Según el Concilio, la devoción a María no debe ser entendida como una adoración idolátrica, sino como una veneración y amor filial hacia ella. María es vista como un modelo de fe y de entrega total a Dios, y su intercesión es valorada como un medio de acercarnos a Cristo.
El Catecismo de la Iglesia Católica también subraya la importancia de la devoción a María. Según el Catecismo, María es la «llena de gracia», concebida sin pecado original, y es la figura y la realización más perfecta de la Iglesia. En el número 971 del Catecismo, se nos enseña que la devoción a María no es solo una cuestión de creencias, sino que tiene una dimensión concreta en la vida de fe.
María es vista como la madre de todos los vivientes, y su fe inquebrantable y su entrega total a la voluntad de Dios son ejemplos para nosotros. A través de la devoción a María, nos acercamos más a Cristo y nos convertimos en hijos de Dios.
La auténtica devoción a María, según el Magisterio de la Iglesia, va más allá de actos externos de devoción y se fundamenta en una fe viva y en la imitación de sus virtudes. El Concilio Vaticano II nos recuerda que la devoción a María debe ser vivida y expresada en comunidad, en unidad con la Iglesia.
Además, el Catecismo nos enseña a discernir y valorar las prácticas de devoción mariana que están en armonía con la enseñanza de la Iglesia. Por lo tanto, la auténtica devoción a María nos conduce a una relación más profunda con Cristo, a una vida cristiana comprometida y nos ayuda a seguir el camino de santidad trazado por María, nuestra madre espiritual en la fe.
El Magisterio de la Iglesia también nos recuerda que la devoción a María no debe separarse de la fe y la doctrina católica. La Iglesia nos guía en la comprensión correcta de la devoción mariana, evitando caer en excesos o desviaciones. El culto a la Madre de Dios a través de imágenes o cuadros es una forma de mostrar nuestro respeto. No veneramos la imagen o el cuadro en sí, sino a la persona que representan.
ALGUNAS DEVOCIONES MARIANAS MÁS POPULARES

A) Las fiestas dedicadas a la Virgen María son momentos especiales en los que la Iglesia la honra y celebra. Estas festividades se dividen en dos aspectos: la participación interior, a través de la oración y reflexiones personales, y la participación exterior, asistiendo a los actos de culto.
A lo largo del año, la Iglesia dedica estas festividades para alabar a la Santísima Virgen en diferentes misterios de su vida, como Madre de Dios, Inmaculada, la Asunción, así como por sus acciones en favor de la humanidad, como Reina, Mediadora, la Virgen Dolorosa o Nuestra Señora del Rosario. También se celebran festividades en lugares específicos donde se venera a María, como Fátima, Lourdes, Guadalupe, entre otros.
b) El Santo Rosario es una devoción muy querida por María y ha sido recomendada por los Romanos Pontífices con gran insistencia. A través de esta oración, los fieles han recibido innumerables gracias, ya sea recitándola en comunidad o de manera personal. El Santo Rosario es una forma de acercarnos a María y de meditar en los misterios de la vida de Cristo. Es una práctica que nos permite experimentar la presencia de la Virgen y recibir su agradecimiento por recordarla.
c) El Angelus es una oración que nos rememora el encuentro del Ángel con la Virgen María, en el cual le anunció su divina Maternidad. Recitar el Angelus todos los días, ya sea al mediodía o a las seis de la tarde, nos acerca a la presencia de la Virgen y nos permite agradecerle por su intercesión. Aunque es una práctica breve, es importante recitarla con pausa y atención, concentrando nuestros pensamientos en la Virgen y renovando nuestro ofrecimiento de trabajo y amor hacia ella.
d) Llevar el Escapulario de la Virgen del Carmen o alguna otra Medalla es un símbolo de nuestra fe en la poderosa intercesión de María y de nuestra alianza con ella. Estos objetos nos recuerdan nuestra consagración a María y nos ayudan a vivir fielmente los compromisos de nuestro bautismo. La consagración a María es un medio eficaz para fortalecer nuestra relación con ella y para vivir una vida cristiana comprometida. Es una forma de reconocer a María como nuestra madre espiritual y de confiar en su intercesión ante Dios.