
Las Leyendas Negras de la Iglesia: Las Cruzadas, una visión objetiva de lo que sucedió
En este artículo abordamos otra de las Leyendas Negras de la Iglesia, esta vez nos referimos a Las Cruzadas. Difícilmente podremos agotar un tema tan vasto y complejo en un artículo pero hemos querido resumir, en cada párrafo, la verdad histórica y los motivos profundos que motivaron estos acontecimientos.
Las Cruzadas, episodios históricos que se llevaron a cabo durante los siglos XI al XIII, han sido objeto de controversia y han sido imputadas a la Iglesia católica con acusaciones exageradas y culpas infundadas. Sin embargo, es vital comprender los hechos históricos para desmitificar estas falsas afirmaciones.
A menudo, las Cruzadas son retratadas como una serie de guerras brutales y sin sentido, motivadas únicamente por la avaricia y el fanatismo religioso. Sin embargo, esta visión simplista ignora el contexto histórico y político en el que tuvieron lugar las Cruzadas.
Verdadera motivación de los acontecimientos
Por un lado, la Iglesia católica no estaba tratando de imponer su religión a los musulmanes, sino de recuperar territorios que habían sido invadidos. Las Cruzadas no han sido nunca «guerras de religión», no han buscado nunca la conversión forzada o la supresión de los infieles.
Cuando el califa Omar conquistó Jerusalén en el 638, ésta era cristiana desde hacía más de tres siglos. Los musulmanes también conquistaron y destruyeron iglesias en Egipto, el norte de África, el sur de España, Sicilia, Grecia y Turquía. Como resultado, el cristianismo se extinguió en estos territorios.
Como señala el historiador Jonathan Riley-Smith, “las cruzadas no fueron una guerra santa en el sentido moderno de la expresión. Se trataba de un conflicto entre dos religiones, pero también entre dos culturas y dos sistemas políticos”.
Contrariamente a la narrativa popular, las cruzadas no fueron una empresa impulsada por la Iglesia católica para saquear y expandir su poder. En cambio, fueron una respuesta a la expansión musulmana y a la invasión de tierras cristianas en Oriente Medio. Estas campañas militares tuvieron como objetivo principal garantizar la seguridad de los peregrinos cristianos y la defensa de territorios del cristianismo.
¿Fueron los motivos económicos y comerciales los que motivaron Las Cruzadas?
Por otro lado, los detractores de la Iglesia han acusado a los cruzados de participar en las cruzadas por motivos económicos, pero esta acusación no está respaldada por los hechos. Los documentos de la época muestran que los cruzados tuvieron que hacer grandes sacrificios económicos para participar en las cruzadas.
Un caballero alemán que quería participar en la primera cruzada tenía que gastar el equivalente a dos años de sus ingresos en el viaje y el atuendo. Un caballero francés tenía que gastar el equivalente a cinco años de sus ingresos.
En muchos casos, los cruzados se endeudaron para poder participar en las cruzadas. Algunos incluso perdieron todo lo que tenían. El Papa y los obispos reunidos en el concilio de Clermont promulgaron una legislación que prohibía a los prestamistas cobrar intereses usurarios a los cruzados.
Y los que mantienen que un justificativo de la cruzada era la esperanza de recobrar con creces lo invertido, nuevamente la evidencia arrojada por los documentos de la época, echa por tierra semejante afirmación: Después de la toma de Jerusalén en 1099, la mayoría de los cruzados regresaron a Europa. Solo un pequeño número se quedó en Oriente Próximo. Para defender los Santos Lugares, fue necesario crear órdenes militares como los caballeros hospitalarios y los templarios.
La gran mayoría de los cruzados regresaron a Europa sin riquezas. Esto sugiere que no lograron obtener ganancias económicas significativas de sus conquistas en Oriente Próximo, pero con un profundo sentimiento de orgullo por su hazaña. La situación económica de los cruzados no mejoró en las cruzadas posteriores.
Legítima defensa con abusos de ambas partes
Es fundamental reconocer que las cruzadas fueron una medida de legítima defensa por parte de los estados europeos amenazados por las fuerzas musulmanas. La toma de Jerusalén por parte de los musulmanes en el año 638 resultó en la opresión de los peregrinos cristianos y la ocupación de sus lugares sagrados. Las cruzadas, por lo tanto, buscaron recuperar estos territorios invadidos y garantizar la libertad de culto para los cristianos en Tierra Santa.
Es cierto que en las cruzadas participaron príncipes, condes y personajes de gran influencia que tenían sus propios intereses particulares de enriquecimiento y poder, como es el caso del conde Emicho de Leiningen, quien:
“se abrió camino a lo largo del Rin robando y asesinando a los judíos que se encontraban a su paso. Los obispos locales intentaron sin éxito frenar la masacre (…) Efectivamente, creían que se trataba de un acto de rectitud, pudiendo utilizar así el dinero de los judíos en financiar la cruzada hacia Jerusalén. Pero se habían equivocado y la Iglesia condenó firmemente la hostilidad contra los judíos. Cincuenta años más tarde, cuando la segunda cruzada estaba ya a punto de comenzar, san Bernardo proclamaba que no había que tocar a los judíos”.
Ciertamente que durante las cruzadas se cometieron excesos y violaciones a los derechos humanos entre ambas partes, pero debemos recordar que estos actos no representan la posición oficial de la Iglesia católica. La Iglesia, a lo largo de los siglos, ha expresado su pesar por estas acciones y ha buscado promover la paz, la reconciliación y el diálogo interreligioso.